Corrían los primeros años de los 80 del siglo pasado cuando comenzó a trabajar con nosotros un sicólogo de nombre Roberto, hombre muy afable, siempre con una sonrisa, nunca lo ví molesto y mucho menos molestar a alguien. Fue bienvenido en nuestro colectivo de Neurociencias, aunque en realidad pertenecía a la escuela de sicología de la universidad.

Enseguida se interesó por usar las computadoras personales que teníamos para diseñar y crear aplicaciones que tuviesen impacto en la sicología. Conversamos mucho, aprendió rápido a programar, era muy decidido y disciplinado en cuanto a eso, a la par de creativo e inquieto. Vaya, una joyita para nuestro colectivo en Neurociencias.

Se dio a la tarea de inventar un juego en la computadora que tuviese algún significado para interpretación y evaluación sicológica de niños. Entonces diseñó lo siguiente. A la izquierda aparecen tres tanques y aleatoriamente de uno de ellos sale una bala que hará el recorrido de izquierda a derecha. A la derecha aparece un objeto que se puede mover verticalmente a tres posiciones, y la tarea consiste en desplazar este objeto arriba o abajo para que la bala que viene por la izquierda no lo alcance. Parece algo muy sencillo pero en aquellos años incluso no proliferaban juegos ni tan siquiera para jugar por jugar. Las computadoras personales que utilizábamos tenían muy baja resolución gráfica y eran lentas para proveer las animaciones requeridas. Pero este juego Roberto lo llegó a terminar muy bien y se hicieron mediciones con adultos para proveer datos como tiempo de reacción, velocidades efectivas de la bala, etc.

Se llevó el juego a una escuela de niños con dificultades de aprendizaje y resultó que uno no llegaba a aprender cómo evitar las balas, así que se comenzó a estudiar el porqué y por el nombre de este niño se le puso el nombre de Síndrome de Alexander a esta digamos que disfunción funcional.
Roberto era un asmático con crisis constantes y se volvió adicto al uso desmedido del aerosol Salbutamol, lo que provocó que un día le dio un paro cardiorespiratorio del que no salió y falleció.

Todos nos quedamos estupefactos y consternados con esta trágica noticia, fue un golpe muy duro para todos pero en especial para la novia de Roberto. Se querían mucho y compartían todo. Ella también era sicóloga.

Roberto fue fundador del uso de la computación para evaluaciones sicológicas a través de videojuegos, y nuestro colectivo de Neurociencias lo recuerda siempre con mucho cariño. Fue una vida corta pero muy bien empleada. ¿Quién sabe a la altura que hubiese llegado como investigador? De seguro que hubiese continuado siendo brillante como siempre lo fue.

Desde aquí Roberto, este nuestro sentido homenaje a tu vida y obra, la cual nos influyó a todos para continuar tu legado y hacer de la computación una herramienta poderosa para los diferentes estudios que se necesitan para conocer y evaluar al Sistema Nervioso Central.

Gracias, Roberto, por vivir y darnos tanto de ti. Te queremos.

Colectivo de Neurociencias.

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